Visibilizar los escenarios en los que el machismo, la misoginia, el sexismo, y en general las diversas formas de violencia que vivimos las mujeres se hacen presentes, se ha convertido en una cotidianidad.
Si comenzamos hablando del ambiente del deporte, nos daremos cuenta de que éste es un contexto en donde recurrentemente encontramos desigualdades, injusticias y una constante anulación de los méritos y logros de las mujeres.
La cultura del deporte, inculcada desde temprana edad, muchas veces se ve influenciada por las ideas de los adultos. Ejemplo de ello es la separación entre deportes y/o juegos exclusivos de niños o de niñas; que resulta en una relegación de los equipos femeninos a espacios y equipos minoritarios. Esta falta de apertura para la formación de equipos mixtos es un precedente importante para las ideologías en las cuales somos consideradas incapaces, vulnerables o que no estamos “a la altura” del rendimiento masculino.
Mientras que en su mayoría, los niños tienen la posibilidad de jugar o practicar deportes de contacto o aquellos que requieren fuerza, agilidad, habilidad, etc., a las niñas se les excluye y designa a jugar como ‘deberían’ de hacerlo las niñas. Se nos impone, de acuerdo a los roles de género, que debemos comportarnos como señoritas; no podemos participar en los juegos de hombres, no podemos jugar pesado, nunca correr demasiado, no necesitamos tener fuerza y ni siquiera pensar en ganarle a un niño... ¡Eso no es de señoritas!
En contextos tan machistas y desiguales como lo es el deporte; las situaciones violentas que viven las mujeres atletas de cualquier nivel son incontables y representan desgraciadamente una parte significativa de su día a día.
Algunos casos que reflejan lo anterior son los que se han viralizado recientemente en redes sociales. Hechos donde se evidencia que a pesar de seguir bajo estructuras desiguales, las mujeres han sabido sobreponerse tomando posturas ejemplares. Como primer ejemplo, tenemos lo sucedido hace algunos meses con la selección mexicana de fútbol femenil.
La afición mexicana, desde 2004, ha adoptado como costumbre el grito peyorativo “pUt0” al momento del despeje del portero; lo que ha causado polémicas y cuestionamientos constantes alrededor del trasfondo de este grito.
La Comisión Disciplinaria de la FIFA en repetidas ocasiones ha pedido que esta ‘costumbre’ sea erradicada por ser homofóbica, denigrante y realmente innecesaria, pero no es ninguna sorpresa que se haya hecho caso omiso; lo que inevitablemente derivó en sanciones mucho más severas.
A raíz de la nula importancia que se le dio a estas advertencias, la FIFA buscó castigar a la selección masculina con la prohibición de espectadores en dos partidos sumado a una multa económica. La FMF (Federación Mexicana de Fútbol), en respuesta a la sanción, supuestamente solicitó que el castigo fuera impuesto y cumplido por la selección femenil en lugar de la masculina, ya que según los directivos, el equipo mayor es el masculino, el más importante y el cual no merece ser castigado por el comportamiento de su afición. ¿Pero las mujeres sí?
Tiempo después la dirección de la FMF negó ese rumor, mencionando que esa solicitud fue sacada de contexto e incluso nunca se buscó delegar el castigo a las mujeres ni mucho menos perjudicarlas. De cualquier manera, el hecho de que esta postura misógina haya sido siquiera considerada, pone en evidencia la ideología violenta y desigual que se maneja en el contexto.
En el ambiente dudoso de esta noticia, la directora técnica de la selección femenina, Mónica Vergara, se pronunció al respecto mencionando que el equipo femenil, a pesar de no estar directamente relacionado con la acción ni el castigo, estaba dispuesta a aceptar y respetar cualquier decisión de la FIFA. Ella recalca que los ideales del equipo siempre han estado puestos en pro de la igualdad de sexos y por lo mismo, la sanción sería reconocida como igualitaria.
La postura que tomó la DT refleja orgullosamente por lo que muchas de nosotras hemos luchado; que seamos tomadas en cuenta, reconocidas y consideradas a la par. Y qué mejor que dentro del fútbol; un deporte que como se ha mencionado, ha sido -hasta hace algunos años- catalogado como un deporte exclusivo para hombres.
Aún cuando este contexto no es el ideal para llevar a cabo estas acciones de transformación, ya que implica un castigo que ni siquiera incumbe ni al equipo femenil ni a la afición de éste, sí representa una postura en busca de una equidad real.
Un segundo y tercer caso en los cuales el contexto deportivo, y en especial las posturas de los directivos se han visto dotadas de discursos deplorables, han sido los ocurridos con los equipos de handball y gimnasia artística de Noruega y Alemania respectivamente.
Durante un partido del Campeonato Europeo de Handball de playa en Bulgaria, la selección femenil de Handball de Noruega decidió no seguir los lineamientos de uniforme en los que a las mujeres se les exige participar con bikinis excesivamente pequeños.
El equipo sostuvo su postura bajo el argumento de que es innecesaria e injustificable la distinción entre los uniformes de la liga femenina y masculina. Mientras que a ellos se les permite competir con shorts que incluso pueden llegar hasta 10 cm debajo de las rodillas, a ellas se les limita a utilizar bikinis ridículamente pequeños que no tienen ninguna función más que la exhibición de los cuerpos.
A raíz de la decisión, indiscutiblemente se les impuso una multa de 1500 euros debido al desacato de órdenes; “castigo” que reconocieron y aceptaron como consecuencia de su acto revolucionario.
Gracias a que este caso se hizo viral en las redes sociales, llegó a oídos de la artista estadounidense P!NK, quien se ofreció a pagar la multa y alentó a las atletas a seguir pronunciándose en contra del sexismo y la violencia en el deporte. Este tipo de acciones representan una completa sororidad, así como un total reconocimiento hacia las noruegas.
Por otro lado, durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020-1, el equipo alemán que
participaba en la competencia de gimnasia artística decidió sustituir el maillot tradicional por otro uniforme que cubre completamente el cuerpo hasta los tobillos. Esto en señal de que en el deporte no hay distinción en cuanto el uniforme debe ser exclusivo para uno u otro sexo; al igual que buscan combatir el sexismo y la cosificación que se vive dentro de esta disciplina.
Casos como el del equipo noruego y alemán, reflejan el gran trabajo y la valentía de estas mujeres al 'desafiar' y presentarse de manera revolucionaria frente a los grandes escenarios manejados por la tradicionalidad patriarcal.
Es importante reconocer que el hecho de cuestionar y transformar algo tan simple como un uniforme, representa un parteaguas impresionante para el mundo del deporte y las atletas de las diversas disciplinas. Se han convertido en un referente para ellas y un disruptivo para ellos.
Nos lleva a preguntarnos: ¿Realmente las prendas diminutas son necesarias para practicar y/o competir en los deportes? ¿Para quién o para qué las deportistas portan este tipo de prendas? Son preguntas que las atletas contemporáneas han respondido de la mejor manera... rompiendo con lo establecido.
Las mujeres, cada vez con mayor fuerza, buscamos romper con los parámetros "establecidos" de la femineidad. Porque ser mujer no significa ser vulnerable e inferior; porque ser mujer no significa vestirnos para el consumo masculino; porque ser mujer no significa pagar por las acciones de los hombres; porque ser mujer significa tantas cosas, pero NUNCA estar oprimidas.
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