Imágen vía: Milenio
Para el día de hoy no es noticia que los tampones dejaron los anaqueles en la Ciudad de México. Desde el primero de enero de este año entró en vigor la nueva reglamentación de desechos plásticos de un solo uso. En ésta, se establece la prohibición de la comercialización de productos plásticos de un solo uso como: cubiertos, globos, popotes, vasos, charolas y también, aplicadores de tampones.
La idea general, no es mala. Estamos interesadas en ayudar al medio ambiente y dejar de contaminar lo más posible, pero no a costa de las mujeres. La desaparición de los tampones en la capital puede indicar la futura desaparición de las toallas sanitarias, pues también tienen un empaque de plástico. De esta manera el uso de otros productos más ecológicos para la contención menstrual se incrementará, sin embargo, no todas pueden acceder a estos.
Se debe admitir que las que usamos la copa menstrual, tenemos el privilegio de contar con los medios económicos para comprarla. Aunque para nosotras nos parezca una inversión, no todas las mujeres pueden desembolsar de quinientos a mil pesos en una sola exhibición. Lo mismo sucede con la ropa interior absorbente, como la recién lanzada por Saba. Claro, hay otras opciones como las compresas lavables, que generalmente tienen un precio más accesible, pero para comprarlas debes de acudir a internet o bazares, lo que supone un traslado que puede ser largo, en búsqueda de un producto que es de primera necesidad.
La Ciudad de México, también es una ciudad de desigualdades. Mientras que habemos mujeres con el privilegio de no preocuparnos en cómo nos afecta directamente esta nueva ley, hay quienes sí la están padeciendo.
El gobierno implementó esta reglamentación sin preguntarse qué pasaría o las posibles consecuencias que podría traer. Si ya tenemos que lidiar con impuestos a estos productos porque son malamente catalogados como productos de lujo, que luego decidan retirarlos sin dar antes una segunda opción, castiga a las mujeres y otras personas menstruantes. Las que se encuentran en situación de calle, las que tienen una difícil condición económica, aquellas que no cuentan con acceso a internet o información confiable, quedan rezagadas, olvidadas por el gobierno.
No es una opción obligarlas a desplazarse a bazares para comprar compresas reusables o ir a otro estado a comprar tampones. Tampoco está bien que solo sugieran el uso de copas menstruales o algún otro de los productos que ya antes mencioné. Antes de retirar este producto que es comprado por miles de mujeres, se debieron de haber entregado dichos productos de manera gratuita, además de informar el uso correcto de estos.
Para el 2018 de las más de 6 mil personas en condición de calle, el 12% eran mujeres. Ahora con el impacto que ha tenido la pandemia en la economía, este número ha ido incrementado cada día. ¿A caso ellas no menstrúan? ¿O no tienen derecho a acceder a productos menstruales? Esta reglamentación hizo que la brecha al acceso a los productos de higiene menstrual creciera aún más. Recordemos que menstruar es involuntario y natural. Tenemos el derecho a menstruar con dignidad y esta ley está coartando ese derecho.
Desde el año pasado se popularizó la lucha por la Menstruación Digna y hoy, en lugar de que se esté más cerca de lograr resultados, parece que nos obligaron a dar veinte pasos atrás. Eso no quiere decir que nos demos por vencidas, es más, debemos de alzar nuestras voces todavía más fuerte.
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