Las mujeres mexicanas participaron por primera vez ejerciendo el voto el 3 de julio de 1955, todo esto bajo el mandato presidencial de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) prometiendo ante 20 mil mujeres ejercer este derecho sin restricción alguna.
¿Cómo se ve esto 65 años después?
Si bien algunos paradigmas los hemos destruido, aún existen brechas que nos alejan de la igualdad de derechos. Gracias a lucha de las sufragistas, votar y ser votada es un derecho que tenemos como garantizado, sin embargo, este no es el caso de muchas mujeres, pues en otras partes del mundo e incluso en comunidades de nuestro país, son reprimidas una vez que asumen una postura política y aún más cuando emiten su voto.
De forma personal creo que como mujeres se nos suele subestimar y cuestionar sobre nuestro conocimiento en muchos temas, en este caso la política. Todo esto me remonta a dos vivencias; en el año 2014 ocurrió La Matanza de Tlatlaya en el Estado de México, con el entonces gobernador Enrique Peña Nieto, a quien se le adjudica responsabilidad del mismo hecho. Recuerdo haber publicado este hecho en mis redes sociales, obviamente expresando mi descontento con el hecho. Luego cierta tía (simpatizante del señor del copete) me comentó: “Frida, tú no hables de política. ¡Tú no sabes! Cuando tengas la edad hablamos”. Yo creo que ese comentario no solo se trataba sobre que existe una edad específica para poder hablar conscientemente sobre un acontecimiento en el que se violaron derechos humanos. Ese comentario se refería a ¿cómo es que una morrita va a estar hablando de política?
Me dio rabia, me dio coraje y no entendía por qué tenía que callarme hasta que tuviera 18 años y estuviera en la edad de votar. Comprendí entonces que no era solamente el tema de la edad, sino que yo no podía ni debía hablar de política. Lo platiqué con mi papá y él dijo: “lo que pasa es que te quieren calladita, no están acostumbradas a ver eso”. Y pues sí, papá. Nos quieren calladitas.
La segunda experiencia se dio dentro de una relación tóxica. Yo estaba platicando sobre política y él me dijo: “si me gustas y todo, pero me molesta que seas tan grilla”. En ese momento me causó extrañeza y molestia, pero luego me di cuenta de que ese cuestionamiento iba dirigido a mi género.
¿A caso una mujer no puede hablar de política? ¿Está mal que yo hable de política? ¿Tengo que cambiar para no incomodar a nadie más?
Hoy por hoy existe la Ley de Paridad de Género, la cual estipula que debe de haber tanto mujeres como hombres en puestos políticos. Pero todavía escuchamos comentarios como “¿una mujer qué va a saber de política?” o “van a hacer del país un desastre”. Como si ahora mismo no lo fuera.
De nuevo, asumen que en nuestros cerebros femeninos no pueden concebirse posturas políticas, pero si las tenemos nos llaman intransigentes o feminazis o terfs. Parece que no hemos avanzado mucho desde las épocas del sufragismo.
Si bien es importante recordar que ahora contamos con el derecho de ir a depositar nuestro voto a una urna, también es nuestro derecho el expresarnos sin ser acalladas o cuestionadas. Somos seres pensantes con prioridades y necesidades, hoy es nuestra obligación ejercer el voto, pero al mismo tiempo es un privilegio con el que no contaron nuestras abuelas, un privilegio que solo es un ideal para mujeres en otras partes del mundo y de México.
Debemos de recordar que siempre, lo personal es político.
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