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Foto del escritorPandilla Violeta

Hooters: escenario para el acoso sexual Uniforme como herramienta para la cosificación de la mujer

Actualizado: 4 jul 2020

Texto por:

Daniela Hermosillo

Ariadna Suárez

Frida Cruz

Claudio Castro


Introducción

Como trabajo de investigación para la materia de Laboratorio de experimentación tecnológica e

hipertextualidad, se escogió a siguiente problemática tiene como objetivo identificar las diferentes situaciones a las que se exponen las meseras del restaurante Hooters. Una de ellas, es el comportamiento de los comensales en la cotidianidad, tomando en cuenta las diferentes secciones del restaurante: salones, bar y servicio a domicilio. La otra situación enfatizará el comportamiento de los comensales en un evento deportivo. Los días de partido aumenta la audiencia masculina y se incentiva el consumo de alcohol. Esto influye en las conductas de acoso hacia las mujeres.

Las técnicas de investigación escogidas estarán divididas en prácticas y teóricas: Se irá al restaurante con el objetivo de hacer un censo entre los clientes y observar sus acciones, interactuar con las meseras y entrevistar a una trabajadora. Por otra parte, se utilizará el material bibliográfico para poder indagar en información previa, contextualizar y fundamentar.

Referente al acoso sexual

Como primer capítulo de esta investigación se definirá lo que es el acoso sexual y en qué consiste para posteriormente poder relacionarlo con el ángulo especifico que lleva este trabajo, ubicándolo de manera que cuestione el modelo de negocios de Hooters, debido a las implicaciones socioculturales y de género que lo rodean, que además impactan negativamente en las meseras, quienes juegan un papel significativo en la estructura de este negocio.

El término de acoso sexual apareció por primera vez en 1975, en un ensayo de Mary Rowe (The Saturn’s ring phenomenon), una catedrática del Instituto Tecnológico de Massachussets, donde aborda el tema de la discriminación en la economía del país, denotando problemas como el racismo y sexismo.

Finalmente, el término se refiere a acciones a manera de intimidación con índole sexual. Estas insinuaciones no son consensuales y puede escalar hasta acciones físicas, por lo que es considerado como violencia y por consecuencia en muchos países es ilegal, sin embargo, aún es muy difícil de identificar, mucho más en una sociedad donde la violencia de género es tan normalizada. Adicionalmente es necesario mencionar que el acoso sexual es vivido comúnmente por mujeres, dado en situaciones donde son subordinadas a un hombre, esto no necesariamente significa que hay diferencia de rangos en un escenario laboral, sino que el acosador busca reafirmar su superioridad incurriendo en este tipo de actos. De la misma manera que describen en To Confront Versus not to Confront: Women's Perception of Sexual Harassment: se trata de una experiencia física, en la que la víctima es el objetivo de acciones sexuales no solicitadas en diferentes situaciones, puede verse habitualmente en el ámbito laboral. (Herrera, Herrera, & Expósito, 2018)

De manera más específica, debido a la naturaleza de esta investigación se retomará la información relevante al acoso sexual en el ámbito laboral. Y como primer punto es necesario

mencionar lo inadvertido que pasa el acoso sexual en estas situaciones; “En las últimas décadas, la violencia ha surgido con la organización flexible y se muestra bajo múltiples y diversas fórmulas; para las y los trabajadores puede ser inconcebible, pero también inevitable o banal, es decir, como algo a lo que hay que acomodarse.” (Zúñiga, 2017)

Lo anterior se puede relacionar muy de cerca con el tema de este trabajo, pues no solo las trabajadoras de Hooters se enfrentan a situaciones de acoso como cualquier otra mujer, sino que, debido a su empleo las posibilidades de vivir eventos de este tipo aumentan exponencialmente, en parte por la cosificación e hipersexualización que son sometidas — se hablará de manera más específica de este tema en el capítulo posterior. — y además lleva a cuestionar si las empleadas no solo normalizan este tipo de violencia, sino que llegan a un punto de insensibilidad.

Cuando se habla de acoso sexual en el trabajo, normalmente se toman los factores de empleada y empleador, sin embargo, con esta investigación se expone otra variante donde las empleadas llegan a ser objetos de consumo para los comensales, comúnmente también masculinos. Contando con el testimonio en video de una extrabajadora, corrobora las relaciones de poder que viven las empleadas del restaurante, de parte de una autoridad que las contrató y de parte de quienes deben de servir y pintar buena cara a pesar de sentir que sus límites están siendo violados.

Hooters llega a ser el epítome de una cultura machista y falocentrista. Donde los cuerpos de las empleadas dejan de pertenecerles a ellas para ser propiedad de la compañía y de esta manera exponerlos dentro de sus normas para continuar el ciclo de enriquecimiento económico y dar legitimidad a actitudes machistas y sexistas.

Objetivación sexual de las meseras de Hooters

Hooters es una franquicia que con el tiempo ha ido creciendo y trasladado a diversas partes del mundo. Actualmente se encuentra en 28 países y cuenta con 430 establecimientos, entre los cuales se localizan también en México. Este proyecto se desarrolló en torno a la problemática de género que un restaurante con estos valores representa: La objetivación e hipersexualización de la mujer. Jean Baudrillard (1974), sustenta que el cuerpo es una mercancía que se desdobla como medio principal de producción y reproducción en la sociedad de consumo. El cuerpo de las chicas que laboran en Hooters es de forma simultánea un objeto de trabajo y de consumo. Su atractivo sexual es explotado por dicha cadena de restaurantes para generar un ambiente que no sólo propicia, si no que solapa conductas de acoso por parte de los comensales, quienes solo fomentan la sociedad de consumo denigrando a seres humanos por el deseo de poseer más cosas.

El objeto de trabajo, que puede ser material o inmaterial, en particular la revalorización de objetos simbólicos de trabajo; una actividad laboral que no sólo implica lo físico y lo intelectual, sino más analíticamente las caras objetivas y subjetivas de dicha actividad, que supone que el producto existe en la subjetividad y en las objetivaciones, que pueden serlo también de los significados y en los significados. (De la Garza, 2006)

De la Garza plantea que el objeto de trabajo puede ser material o la misma persona, volviéndola un objeto y convirtiendo todas sus características o cualidades en elementos para promocionar su venta, como si fueran artilugios de un nuevo aparato electrónico. También agrega que “la producción inmaterial es aquella que existe separada de la propia actividad de producir y que de manera ideal comprime las fases económicas tradicionales de producción, circulación y consumo en un solo acto”.

Las Hooteritas —como se les llama a las meseras en el argot del restaurante— comprimen estas fases, ya que su trabajo no solo consiste en llevar platillos a las mesas de los comensales, sino que deben producir una experiencia grata para los invitados a costa de su comodidad. Forman parte de un circuito en el que pueden pasar por las cuatro áreas aptas para mujeres (servicio togo, hostess, mesera y bar tender) y deben adaptarse al flujo de trabajo que se les exige, aunque rebase lo especificado en el contrato.

Por último, está el consumo del que son protagonistas porque lo que la cadena de restaurante Hooters no solo vende alimentos y bebidas, venden la imagen de las chicas y a ellas de por medio, convirtiéndolas no en prestadoras de un servicio laboral, sino en un objeto de consumo.

“Sin embargo, su principal en el menú, aunque lo quieran camuflar los dueños, son las

denominadas chicas hooters.” (Leyva, 2016)

“Las chicas hooters tienen la imagen socio laboral de su cuerpo como el objeto del servicio, generando significantes diversos entre los invitados y las propias empleadas, que se traducen en diferentes significados que gestan formas de pertenecer, experimentar y permanecer en esa

empresa.” (Leyva, 2016)

Ellas, por requisito de la franquicia deben mantener una imagen corporal que cumpla con los estándares actuales de belleza para elevar la libido sexual de los comensales, específicamente hombres, pues para ellos fue creado este recinto del machismo. Al momento de acudir al bar de deportes su cuerpo es utilizado como objeto de servicio al momento de pertenecer a la empresa, lo cual les da identidad Hooters y se ven implicadas casi sin cuestionarlo a un ambiente que comercializa con sus cuerpos hiperxexualizados a costa de su permanencia en el empleo.

“En el espacio de trabajo el cuerpo de las chicas hooters es más que un objeto de trabajo externo al que lo porta, es el propio objeto-trabajo que se encuentra sujeto una serie de reglamentaciones y disciplinas laborales para asegurar ser reconocidas y deseadas por los clientes de ese lugar.” (Leyva, 2016)

Independientemente de las normativas que deben cumplir con su apariencia; usar maquillaje y ropa íntima muy específicos, ejercitarse mínimo tres veces a la semana, no teñirse el cabello, no tener perforaciones, cubrir sus tatuajes con maquillaje, entre otros. Ellas deben seguir ciertos protocolos de conducta en los que deben ser amables y serviciales con todos los comensales. Eso no suena tan mal hasta que se agrega la siguiente cláusula: “Por medio de la presente reconozco que en el ambiente de trabajo hay insinuaciones y bromas basadas en el atractivo femenino y acepto escuchar comentarios inapropiados que son comunes” (entrevista personal 3, 21 de agosto de 2014). Se les exige tolerar acoso sexual y seguir la corriente. Se ven obligadas a ser constantemente tratadas como objeto de consumo masculino sin derecho a réplica.

Además, se les llama “bromas” a comentarios e insinuaciones sexuales no pedidos por las Hooteritas. Landa y Marengo (2011) sostienen que el cuerpo productivo del fordismo como cuerpo mudo, robotizado y muscularmente tonificado tiende a ser superado por un modelo de trabajador al que se le exige el embodiment integral de competencias comunicativas, afectivas y emocionales.

Las chicas Hooters se convierten en objetos sexuales, manipulables, controlables y sobre todo adquiribles para el público en general, solo hace falta consumir una cerveza. Forman parte de una máquina generadora de modelos de comportamiento femenino sumisos en los que se juega con la emotividad tanto de las meseras al subirles la autoestima y elogiarlas con que son hermosas y tienen cuerpos admirables y que los hombres clasemedianos pueden poseer a mujeres como ellas. Todo esto para el enriquecimiento de una empresa multinacional que no le importa ninguna de las dos partes mientras haga dinero.

Hooters: cuerpo-trabajo y consumo

“Para comprender el trabajo que realizan las chicas Hooters es necesario incorporar planteamientos que se realizan desde diferentes perspectivas de análisis: la sociología del trabajo, la sociología del cuerpo y la sociología de los medios de comunicación” lo define muy bien Marco Antonio Piña investigador del ensayo el culto al cuerpo-trabajo. Estamos ante un caso en el que el cuerpo de las chicas es de forma simultánea un objeto de trabajo y de consumo, esa es sin duda la premisa más importante y que nosotros como equipo en medio de esta investigación buscamos entender el qué y el cómo.

En Hooters muchas chicas desean trabajar ahí y ahora se sabe por qué no lo ven como un trabajo normal; ven un trabajo divertido donde se pueden poner patines y andar de un lado a otro, y como observación se puede dictaminar que todo su cuerpo es su gran uniforme. Las preguntas principales que se planteó Marco Antonio Piña y que sirvieron como eje fueron:

• ¿Cómo se usa el cuerpo-trabajo de las meseras en los restaurantes Hooters?

• ¿Estamos ante un caso de precarización de este modelo de trabajo?

Fue con entrevistas a especialistas en estos temas, que se logró dialogar sobre esas preguntas, siempre apegándose a una perspectiva crítica.

En el capitalismo contemporáneo el mundo del trabajo ha sufrido transformaciones significativas por medio de diversos procesos, como la globalización y el neoliberalismo; estos macroprocesos se acompañan de cambios en la reorganización de la producción, el trabajo y el estado. Hasta tal punto que uno de los temas relevantes en la discusión del trabajo es su futuro posible, ya que para algunos autores ha dejado de ser fuente de integración, socialización y de construcción de identidades. (Meda, 2009)

Existe una amplia discusión respecto a los orígenes, la extensión, la profundidad y los impactos de las transformaciones del trabajo en la sociedad actual. Uno de los planteamientos más socorridos es que estamos ya en una sociedad informacional, posfordista, cuyas tendencias se están universalizando como una cuestión inevitable, de ahí la aparición del trabajo informacional, del trabajador digital, de la empresa flexible y de discursos empresariales que justifican las inéditas formas de dominación. (Leyva, 2016)

Tanto el trabajo como el cuerpo son entendidos en sus caras objetivas y subjetivas. Para este documento, el cuerpo-trabajo de las chicas Hooters puede ser comprendido desde la dimensión cultural, desde la que se prescriben normas y códigos de comportamiento, así como representaciones sociales de lo que deben ser esas chicas y las que ellas elaboran de sí mismas como contribuciones para mantener una imagen social apropiada y aceptada por la sociedad y cuya imagen opera en las actividades laborales que realizan. En el espacio de trabajo el cuerpo de las chicas Hooters es más que un objeto de trabajo externo al que lo porta, es el propio objeto-trabajo que se encuentra sujeto a una serie de reglamentaciones y disciplinas laborales para asegurar ser reconocidas y deseadas por los clientes de ese lugar.

Asimismo, se puede hablar del cuerpo trabajo vivido en esos centros de trabajo; es la corporalidad la que se experimenta en las relaciones humanas y relaciones de trabajo, las cuales, al mismo tiempo, generan significados y significantes de los usos que hacemos y hacen de nuestros cuerpos. (Martínez, 2004)

El cuerpo como uno de los reductos del ser humano se encuentra presionado por una cultura light que se alimenta y reproduce por una movilidad intensa de estereotipos estéticos en los que la propuesta corporal del deportista tiende a ser alabada: fuerte, sano y bello son prescripciones para ser especiales en tiempos de altas exigencias mercantiles. Para los hombres se vuelve indispensable mostrar una figura corporal fuerte, bien proporcionada, vigorosa y siempre joven.

Para las mujeres, su apariencia física debe ser delgada, atractiva, seductora, bien vestida y peinada, y lo más relevante: siempre joven. Esta construcción social de modelos corporales de hombres y de mujeres conforma estilos de vida novedosos, formas de relaciones sociales entre los géneros inéditas y prácticas de dominación recientes diseñadas y promovidas por una élite de profesionistas especializados en la legitimación de los códigos culturales y estéticos de los usos sociales del cuerpo. (Herrera C. d., 2011)

La globalización, el neoliberalismo, los avances científicos, las nuevas tecnologías, los medios de comunicación, etc. han configurado progresivamente nuevas formas de estar, hacer y ser en el mundo que orientan nuestras percepciones y prácticas hacia la obsesión por el cuerpo, lo que hace de la imagen social un eje del consumo. (Herrera C. d., 2011) El cuerpo habla en las interacciones sociales, en ellas hay comunicación verbal y no verbal, al final terminamos comunicándonos con todo el cuerpo. En las interacciones cara a cara experimentamos e interpretamos todo lo que vemos, oímos y olemos, porque intervienen aspectos físicos como el espacio, la infraestructura, la situación social y la cultura. Cómo miramos, vestimos, los ademanes que utilizamos y cómo experimentamos los lugares no son cuestiones neutrales que se encuentran atravesados por las relaciones de clase y de género, la edad y la raza, los oficios y las profesiones, así como de significaciones y significantes que elaboran los actores. Tanto el trabajo como el cuerpo son entendidos en sus caras objetivas y subjetivas. Para este documento, el cuerpo-trabajo de las chicas Hooters puede ser comprendido desde la dimensión cultural, desde la que se prescriben normas y códigos de comportamiento, así como representaciones sociales de lo que deben ser esas chicas y las que ellas elaboran de sí mismas como contribuciones para mantener una imagen social apropiada y aceptada por la sociedad y cuya imagen opera en las actividades laborales que realizan.

Conclusión

Hooters es una representación icónica de una cultura machista, en la cual los cuerpos de las Hooteritas son expuestos como objeto de consumo, son hipersexualizados para venderlos de la misma forma que venden sus hamburguesas. Y este modelo de negocios, sumamente exitoso, se ha mantenido vivo pues ha sido alimentado por un público hambriento de entretenimiento sexual y accesible, además de que con una visita a este establecimiento no será juzgada, pues está normalizado.

Familias con niños pequeños aprenden estas conductas; un macho heterosexual detrás de una mujer siempre sumisa y dispuesta. Estos patrones se repiten y lo seguirán haciendo hasta que se empiece a cuestionar el porqué de su existencia, de la manera que se ha hecho en este trabajo. Al final de cuentas, Hooters, las Hooteritas y los clientes son el reflejo de su sociedad, de su cultura.

Bibliografía

Baudrillard, J. (1975). La sociedad de consumo, sus mitos y sus estructuras. Madrid: Plaza y

Janés.

da Silva, T., Ariane, M., de Assis, S., & Negreiros, F. (2018). Acoso Sexual en el Trabajo: Una

Revisión Sistemática de la Literatura. Ciencias Psicológicas, 25-34.

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